Óscar Losa Vega es profesor de informática y catedrático de Secundaria en el IES Valle de Camargo. Socio fundador y presidente de la Asociación Mortera Verde. El año pasado publicó su primer libro de relatos 'El perro que escribía su nombre sobre la nieve'. El rincón predilecto de Losa está muy cerca de su casa: el Monte Tolío, en la sierra de La Picota, desde donde se divisa el Abra del Pas y el Parque Natural de Liencres, entre otros hermosos paraje.
Para el catedrático de Secundaria no hay nada, cuando sólo se tienen un corto espacio espacio de tiempo para despejar la mente después de un día de trabajo, o ya con una mañana completa de sábado para olvidarse del mundo, o recuperar el equilibrio que nos permite hallar la solución a un problema, que darse un paseo por esta montaña.
«La Picota es un pequeño macizo costero con una altura máxima de 290 metros, y la forma de una pequeña sierra en forma de C, cuyo recorrido completo no supera los 7 kilómetros», explica.
En medio de un paseo sin grandes desniveles se accede, de pronto, a una de las vistas más sobrecogedoras de Cantabria: «A tus pies el Abra del Pas, el Parque Natural de Liencres y Costa Quebrada. Un poco más allá la Bahía de Santander, la costa hasta Asturias y hasta Vizcaya, y todas nuestras montañas, en invierno resplandecientes de nieve sobre el azul del mar».
Como paseante asiduo de esta montaña a la que debe tan gratas experiencias, «no me canso de dar a conocer sus virtudes siempre que puedo. La defensa y aprovechamiento social del Tolío es también una de las razones de ser de la asociación Mortera Verde, un trabajo que está encontrando su recompensa en el significativo aumento de visitantes». En opinión de öscar Losa, el lugar precisa una adecuada rehabilitación de su patrimonio, «pero sobre todo el diseño de una red de caminos que lo recorran, señalizaciones adecuadas y un centro de interpretación que divulgue sus valores.
Y por parte de los visitantes ¡Que dejen sus vehículos en el asfalto y suban andando!», exclama.
Pero en tan poco espacio cabe mucho: el amante de la historia paseará entre decenas de talleres prehistóricos, cuevas y simas, algunas con yacimientos prehistóricos o altomedievales, como la de Las Penas, el mejor enterramiento visigótico de Cantabria.
«En el Tolío -relata- hubo un pequeño castillo edificado sobre el actual Liencres, una ermita medieval y un castro llamado Tulem, aunque estos dos últimos duermen aún en algún lugar de la montaña esperando su descubrimiento. Y luego está el conjunto de trincheras y búnkers de la Guerra Civil que cubren cimas y laderas, sin duda el conjunto más completo de nuestra región, y en los que aún pueden encontrarse, como marcados ayer en el cemento fresco, las soflamas guerreras y las menciones a personajes históricos fechadas en 1.937 por los milicianos».
Aunque muchos no lo sepan, en La Picota aún quedan bosques autóctonos, supervivientes a la colonización del eucalipto, en las grandes dolinas del área de Ribalafuente. «Y es que, medioambientalmente, este macizo en miniatura es un gigante: aquí sobreviven más de 400 especies vegetales, cerca de 200 hongos y más de cien de vertebrados, según el libro que la asociación Mortera Verde está a punto de publicar con la colaboración de la Consejería de Desarrollo Rural», subraya el catedrático, conservacionista y escritor.
El acceso al macizo es directo para los vecinos de Mortera, Boo, Bezana o Liencres, y para los de Santander o Torrelavega apenas requiere unos minutos de coche «¿Qué más se puede pedir?» se pregunta Óscar Losa, un enamorado de este enclave montañoso tan próximo al litoral, desde donde se disfruta una de las panorámicas más bellas de Cantabria. Losa aconseja conocer este paraje.
Para el catedrático de Secundaria no hay nada, cuando sólo se tienen un corto espacio espacio de tiempo para despejar la mente después de un día de trabajo, o ya con una mañana completa de sábado para olvidarse del mundo, o recuperar el equilibrio que nos permite hallar la solución a un problema, que darse un paseo por esta montaña.
«La Picota es un pequeño macizo costero con una altura máxima de 290 metros, y la forma de una pequeña sierra en forma de C, cuyo recorrido completo no supera los 7 kilómetros», explica.
En medio de un paseo sin grandes desniveles se accede, de pronto, a una de las vistas más sobrecogedoras de Cantabria: «A tus pies el Abra del Pas, el Parque Natural de Liencres y Costa Quebrada. Un poco más allá la Bahía de Santander, la costa hasta Asturias y hasta Vizcaya, y todas nuestras montañas, en invierno resplandecientes de nieve sobre el azul del mar».
Como paseante asiduo de esta montaña a la que debe tan gratas experiencias, «no me canso de dar a conocer sus virtudes siempre que puedo. La defensa y aprovechamiento social del Tolío es también una de las razones de ser de la asociación Mortera Verde, un trabajo que está encontrando su recompensa en el significativo aumento de visitantes». En opinión de öscar Losa, el lugar precisa una adecuada rehabilitación de su patrimonio, «pero sobre todo el diseño de una red de caminos que lo recorran, señalizaciones adecuadas y un centro de interpretación que divulgue sus valores.
Y por parte de los visitantes ¡Que dejen sus vehículos en el asfalto y suban andando!», exclama.
Pero en tan poco espacio cabe mucho: el amante de la historia paseará entre decenas de talleres prehistóricos, cuevas y simas, algunas con yacimientos prehistóricos o altomedievales, como la de Las Penas, el mejor enterramiento visigótico de Cantabria.
«En el Tolío -relata- hubo un pequeño castillo edificado sobre el actual Liencres, una ermita medieval y un castro llamado Tulem, aunque estos dos últimos duermen aún en algún lugar de la montaña esperando su descubrimiento. Y luego está el conjunto de trincheras y búnkers de la Guerra Civil que cubren cimas y laderas, sin duda el conjunto más completo de nuestra región, y en los que aún pueden encontrarse, como marcados ayer en el cemento fresco, las soflamas guerreras y las menciones a personajes históricos fechadas en 1.937 por los milicianos».
Aunque muchos no lo sepan, en La Picota aún quedan bosques autóctonos, supervivientes a la colonización del eucalipto, en las grandes dolinas del área de Ribalafuente. «Y es que, medioambientalmente, este macizo en miniatura es un gigante: aquí sobreviven más de 400 especies vegetales, cerca de 200 hongos y más de cien de vertebrados, según el libro que la asociación Mortera Verde está a punto de publicar con la colaboración de la Consejería de Desarrollo Rural», subraya el catedrático, conservacionista y escritor.
El acceso al macizo es directo para los vecinos de Mortera, Boo, Bezana o Liencres, y para los de Santander o Torrelavega apenas requiere unos minutos de coche «¿Qué más se puede pedir?» se pregunta Óscar Losa, un enamorado de este enclave montañoso tan próximo al litoral, desde donde se disfruta una de las panorámicas más bellas de Cantabria. Losa aconseja conocer este paraje.