«Estoy muy agradecido», comentaba don Javier, consciente de que en los tiempos corren, haber podido cerrar por fin las cuentas pendientes de su iglesia ha sido toda una bendición -aunque haya tenido que acudir a los medios de comunicación para conseguirlo-. Desde que lo dio a conocer, asegura, «mucha gente ha colaborado, con pequeñas aportaciones e incluso con algunas considerables». Como se recordará, hace cinco años, una fuerte racha de viento dobló la centenaria cruz que lucía en lo alto del campanario, de metro y medio de altura, causando, además, serios desperfectos en el pararrayos de la iglesia. En vista del estado en que quedaron ambos emblemas de la parroquia, y también de la localidad, don Javier intentó poner remedio con ayuda de un arquitecto de la zona, quien, tras examinarlos, sugirió que lo mejor era contratar primero una grúa para proceder a su retirada, ya que se encontraban a unos 30 metros de altura. Convenido así con el párroco, comenzaron los trabajos y una vez los operarios pisaron lo alto del campanario se dieron cuenta que a la reliquia había que partirla en trozos para poder bajarla hasta el suelo. Haciéndose cruces y sin tiempo para sobreponerse al disgusto, a don Javier le llegó la factura del gruísta. 3.500 euros. Era sólo el comienzo. Luego, cuando el cura tuvo que encomendar el diseño de la nueva cruz, llegó el segundo susto. Otros 15.000 euros de broma. Y así, entre lo uno y lo otro, la dolorosa de 18.000 euros que sin mayores ingresos que los del cepillo. Por ello, numerosos feligreses se aflojaron el bolsillo, contribuyendo con la causa como buenamente podían con el único fin de ayudar al cura a cargar con tan pesada cruz -la factura-. Pese a todos esos esfuerzos, la deuda seguía sin cubrir. Con las arcas parroquiales vacías y las cuentas de ahorro de esos vecinos temblando, al párroco de Mortera, no le quedó más remedio que sentarse frente a un ordenador y lanzar un e-mail desesperado en el que explicaba su situación y daba una cuenta de ahorros donde se aceptaban donativos. Aquellas súplicas le sirvieron para que, ahora, creyente, no creyentes, amigos de la parroquia y completos desconocidos hayan ayudado a la iglesia a cerrar sus cuentas pendientes.