"Los vecinos del barrio Valmoreda, en Oruña de Piélagos, van a tener que celebrar este año sus fiestas patronales sin los actos litúrgicos que habían programado. No habrá misa mayor. Ni procesión. A menos que de aquí al 29 de septiembre (San Miguel) ajusten cuentas con el cura, que se ha negado a oficiar los servicios religiosos en la ermita -que no en la iglesia- mientras la comunidad no ayude a apechugar con los 10.400 euros que han supuesto las obras de reparación del tejado del santuario.
Se pregunta molesto el párroco, José Manuel Laya, «con qué dinero pretenden celebrar los vecinos ninguna fiesta si todavía están sin pagar los diez mil y pico euros que ha costado arreglar la ermita» en la que, cada año, los vecinos rinden culto a San Miguel. Y se lamenta: «A excepción de la Junta Vecinal de Oruña y de un par de vecinos, ninguno se ha acordado de la ermita hasta ahora que vienen las fiestas que tanto quieren». El párroco recalca que él no tiene «nada» en contra «de ninguno», pero entiende que es «inadecuado» gastar en fiestas el dinero que no han reunido para hacer frente a la deuda contraída y cree «razonable» esta «llamada de atención» a los feligreses de Valmoreda. Feligreses, dicho sea de paso, que no salen de su asombro por la drástica decisión que ha tomado el cura ante un día tan señalado para ellos. Al menos los miembros de la comisión de fiestas, que ante la negativa del párroco de oficiar los actos han solicitado al Obispado de Santander (sin ninguna suerte) que le 'presten' otro cura. No lo sabían «Indignados», dicen que ninguno sabía de lo ocurrido en la ermita. Ni de los daños, ni de los arreglos, ni de la deuda que había contraída. «Nos enteramos hace unos días, cuando nos pusimos en contacto con el párroco para organizar la programación y nos contó lo que había pasado», afirman subrayando que Laya procedió a esos arreglos «sin contar con nosotros». No es lo que dice el párroco, que insiste en que «cada domingo», durante los servicios religiosos que presta en la iglesia de Oruña -ubicada a varios kilómetros de Valmoreda- ha venido pidiendo ayuda casi hasta la saciedad e informando puntualmente de lo ocurrido. Vamos, «que se ha enterado todo el mundo», señala el cura, que afirma que si sus fieles no están de acuerdo «estoy dispuesto a pedir un traslado y marcharme». A todo esto, la alcaldesa pedánea de Oruña, María Ángeles Pérez, dice que no quiere «berenjenales» y que este es un asunto que a ella no le incumbe, que incumbe al cura y a los vecinos del barrio Valmoreda, que en su propósito de honrarle a un santo... se han topado con la Iglesia"
Se pregunta molesto el párroco, José Manuel Laya, «con qué dinero pretenden celebrar los vecinos ninguna fiesta si todavía están sin pagar los diez mil y pico euros que ha costado arreglar la ermita» en la que, cada año, los vecinos rinden culto a San Miguel. Y se lamenta: «A excepción de la Junta Vecinal de Oruña y de un par de vecinos, ninguno se ha acordado de la ermita hasta ahora que vienen las fiestas que tanto quieren». El párroco recalca que él no tiene «nada» en contra «de ninguno», pero entiende que es «inadecuado» gastar en fiestas el dinero que no han reunido para hacer frente a la deuda contraída y cree «razonable» esta «llamada de atención» a los feligreses de Valmoreda. Feligreses, dicho sea de paso, que no salen de su asombro por la drástica decisión que ha tomado el cura ante un día tan señalado para ellos. Al menos los miembros de la comisión de fiestas, que ante la negativa del párroco de oficiar los actos han solicitado al Obispado de Santander (sin ninguna suerte) que le 'presten' otro cura. No lo sabían «Indignados», dicen que ninguno sabía de lo ocurrido en la ermita. Ni de los daños, ni de los arreglos, ni de la deuda que había contraída. «Nos enteramos hace unos días, cuando nos pusimos en contacto con el párroco para organizar la programación y nos contó lo que había pasado», afirman subrayando que Laya procedió a esos arreglos «sin contar con nosotros». No es lo que dice el párroco, que insiste en que «cada domingo», durante los servicios religiosos que presta en la iglesia de Oruña -ubicada a varios kilómetros de Valmoreda- ha venido pidiendo ayuda casi hasta la saciedad e informando puntualmente de lo ocurrido. Vamos, «que se ha enterado todo el mundo», señala el cura, que afirma que si sus fieles no están de acuerdo «estoy dispuesto a pedir un traslado y marcharme». A todo esto, la alcaldesa pedánea de Oruña, María Ángeles Pérez, dice que no quiere «berenjenales» y que este es un asunto que a ella no le incumbe, que incumbe al cura y a los vecinos del barrio Valmoreda, que en su propósito de honrarle a un santo... se han topado con la Iglesia"